El desarme a nivel universal es una de nuestras primeras metas. No es ético, moral, positivo, conveniente o lo que se quiera, gastar billones de dólares en el sólo mantenimiento de armas de destrucción masiva. "Las armas matan así no se las use", decía un diplomático alemán. Le quitan el pan de la boca a niños e inocentes. Nadie compra nada para no usarlo y las armas, si se usan, es peor. ¿Qué es lo más conveniente entonces? No comprarlas, no venderlas, no fabricarlas. Ningún pueblo tiene "derecho" a armarse, así como ninguna persona tiene derecho a matar a su vecino. La legítima defensa es un argumento que puede llevarnos a la proliferación de las armas nucleares, químicas, biológicas y similares. Si otro las tiene ¿no es legítimo que yo busque tenerlas para defenderme de él? Máxime si es un potencial enemigo mío. De esta manera, de enemistad en enemistad, podemos quedar sin ningún país invicto.
"La carta de San Francisco no hizo sino premiar a los que se armaron
primero" decía otro diplomático, pero esta vez brasileño.
La presente ONU es una pentarquía, una monarquía de
cinco. Los miembros permanentes del consejo de seguridad pueden callar
a la Asamblea General si así lo quieren. E.U., Francia, Inglaterra,
China y Rusia ganaron la segunda guerra mundial no precisamente con actos
de santidad. Las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki nunca
fueron un acto de amor a la democracia. Niños, mujeres embarazadas,
limitados físicos, y muchas otras personas inocentes murieron "gracias"
a semejante "acto de guerra". Si se hizo para destruir el facismo, podemos
decir que E.U. es el facismo que ganó, porque hizo algo que lo pone
al mismo nivel del régimen nazi. ¿O es que se necesitan varias
Hiroshimas para igualar un Auswichtz? De hecho hubo dos, con Nagasaki.
Pero con una sola ya sobraba.
El primer paso que proponemos desde INAIA es la entrada de Canadá al tratado de Tlatelolco. Un cuestionamiento que está pendiente por hacérsele al pueblo canadiense. Ha demostrado niveles de civilización que son extraños a sus vecinos. ¿Llegará a integrarse a la única zona de gran población que ha optado por el desarme atómico? Empecemos por invitarlo...
Por otro lado, tampoco es una virtud fabricar armas pequeñas, las más usadas en el mundo. El narcotráfico es condenable porque condena a sus clientes a una esclavitud química de la que sólo con un terrible esfuerzo de voluntad lograrán salir. Pero para que logre hacerte daño tienes que aceptar el consumo primero. Normalmente es la propia víctima la que se lleva la cocaína a la nariz o la heroína al torrente sanguíneo. Pero una bala no te pregunta para entrar. Tampoco el que la compró. Es más, lo normal es que la munición se compre para silenciar personas, y hasta pueblos (con un magnicidio, por ejemplo).
Es la intención de matar la que nos preocupa, sin importar
los medios. Porque hasta un revólver puede servir de florero, si
sabemos usar la imaginación. Un cuchillo puede servir para partir
mi pan y repartirlo entre los pobres, pero también puede servir
para apuñalar a mi madre hasta matarla. Eso depende de mi intención.
Hay miles de pueblos pobres que deciden matarse a machetazos, por ser el
único armamento que tienen a la mano. Es encontrar un buen argumento
para que no lo hagan la razón de ser de la microcracia. Entre muchas
otras cosas, todas relacionadas con el triunfo del Amor, la Vida, la Justicia y la Paz.
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La democracia se ha considerado durante mucho tiempo como una forma de gobierno donde el pueblo es el soberano. Se supone que esa soberanía se expresa escogiendo al gobernante mediante el voto universal. En los últimos años se ha llegado a la conclusión de que eso no es suficiente y que debe complementarse con iniciativas de ley, participación a nivel local y regional, destitución de mandatarios que no cumplen su plataforma de elección, etc. También se han establecido unos límites mínimos de respeto a las minorías; en un avance grande, se considera que la democracia NO es la dictadura de las mayorías. Pero el área de trabajo cotidiana se ha dejado intacta. La mayoría de las personas en el mundo entero no escogen a su jefe sino que son escogidas por él. Cuando una persona se presenta como postulante a un trabajo, es evaluado y si no cumple con los requisitos, rechazado. Aún las personas que tienen un empleo estable y un espacio ganado dentro de una organización deben aceptar a sus superiores, así todo el grupo humano que compone dicha organización no esté de acuerdo. Se considera que los empleados no son los propietarios de la empresa, organización o institución normal. El trabajador sigue siendo nómina, es decir, un gasto de la empresa. Y así sigue apareciendo en infinitos libros contables alrededor del mundo. A fin de cuentas, puedo escoger a un mandatario nacional, al cual no veo y probablemente nunca veré en persona. Si le conozco es a través de un filtro institucional o corporativo (léase medios de comunicación). Pero el jefe directo, aquel que tengo que soportar, sufrir o gozar a diario, no puedo afectarlo más que indirectamente. De su piedad, su capacidad de raciocinio o su ímpetu depende mi vida laboral (la que más me afecta), y no puedo contradecirle en asuntos de fondo. El puede despedirme. Se supone que si un pueblo no está satisfecho con su más alto mandatario, puede despedirlo. El ciudadano común es soberano, el gobernante no es más que él y debe estar en plano de igualdad en una democracia. Si un gobernante tiene privilegios que van más allá de los que afectan a su labor, se considera una injusticia. Una aproximación a la monarquía. Pues bien, las empresas normales han funcionado desde siempre como monarquías. Se ceden por herencia, no entra en su grupo directivo nadie que el presente grupo de dirigentes no acepte, los más altos mandatarios viven un estilo de vida excluyente, lleno de lujos y gastos que el integrante de la clase inferior no puede ni debe compartir. Hasta la educación es monárquica: Sólo unos pocos pueden tener acceso a la gran sapiencia administrativa, reservada para los que pueden pagarla. Se ha reemplazado el derecho divino por el derecho económico. Tengo dinero, puedo gastarlo en lo que quiera. No tengo dinero, debo contentarme con lo que se me quiera dar. La propiedad es un derecho, el problema es cómo se accede a la propiedad. Los integrantes de todo el cuerpo corporativo son los que hacen la ganancia, no sólo sus directivos. Los trabajadores rasos no podrían hacer lo mismo sin el saber aplicado de los administradores, pero igual los administradores no podrían mover ni una pizca de todo lo que la corporación mueve sin los trabajadores. El grupo humano es el que realiza el trabajo, por intermedio de su organización. Todos hacen ganancia, pero sólo unos pocos se quedan con ella. El trabajador común es considerado mercancía, y hasta en ciertos casos el administrador también. Sólo unos pocos tienen el privilegio de ser considerados humanos, es decir, parte integrante e indispensable de la empresa. El trabajador es fácilmente reemplazable, entonces su valor lo determina el mercado de trabajo, regulado o no. Se desconoce la dignidad humana de quien realiza labores que cualquiera puede llevar a cabo. La proporción de igualdad dentro de la democracia no es la misma para todos. Unos son "iguales", los otros no. Una educación costosísima en prestigiosos centros es lo que nos pone en nivel de igualdad con los mandatarios. Aún más si se ha recibido desde la cuna en el ambiente de bellísimas mansiones. El mandatario no es un ciudadano común, es un miembro de una élite que excluye basada en el dinero. Si no tienes dinero, no mandas. El dinero no es la medida de toda las cosas en la concepción dominante de democracia, pero sí es un elemento terriblemente importante para tener acceso a las esferas de poder; no lo determina todo, pero si casi todo. El grupo que controla determina quién tiene acceso al poder económico. Las jerarquías se legitiman las unas a las otras y controlan la información, las mercancías, los salarios, la educación y el uso de la fuerza. En la producción de los armamentos es donde más claramente se ve la jerarquización del poder económico. Porque las armas cuestan. Quien no las paga no las recibe. Puede haber exclusiones, pero la norma que rige es la de la compra-venta. Es un asunto de dineros en movimiento, en donde se excluye a los que la jerarquía determina como peligrosos.
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